SEGUNDO MOMENTO: EL TORMENTO DE TU AMOR
INTERVALO MOMENTANEO
“French post modernism may be passing, but it had a point. Even if engagement with the world is the cure, the respite it gives may be short-lived. No sooner has the real moment gone than the work of memory begins, once more selecting, massaging, suppressing and, spinning.”[1]
PRIMERA ESTAMPA
Me miraba desde su horizonte turquesa creando un inmenso clivaje entre lo que observaba de mí y lo que estaba escuchando, a medida que mis labios marcaban las palabras o dejaban de pronunciar aquello que esperaba y deseaba verdaderamente oir. Esas enormes pestañas que tanto me conectaban con su ser de pronto se encontraban paralizadas en unos ojos a medio cerrar como si invitaran a disipar el encanto. Conforme seguía hablando perdía fluidez mientras la lengua se trababa y el discernimiento emprendía graciosa huida. Me oi decir simplezas, obviedades que por el momento mismo se tornaban vulgares. Qué pasó con la elegancia del lenguaje, la sutileza de la metáfora, la cadencia de la frase exageradamente punteada. Qué de la limpieza argumental, del aforismo dispensado como al azar, de la exaltación emocionada, de la pasión por comunicar. A dónde huyó la fina ironía que coronaba una narrativa a manera de abrir un espacio para la reflexión y hasta para la deliberación.
El razonamiento me había abandonado -sólo después lo supe- porque yo había desertado de mi verdadera pasión. Un razonamiento sin pasión se transmuta en farragosa disquisición que lo mismo podía transcurrir por los monótonos caminos de un inventario de recuerdos en común –como los antiguos albums de fotos o los más contemporáneos fotoshows en MySpace- o por el puntilloso recuento de hazañas pasadas. Conforme más me enredaba en los pántanos de la insignificancia, él atento en extremo a cada palabra y sobretodo a cada gesto se distensionaba,aflojaba el cuerpo, se arrellenaba mejor en el sillón al grado que en un momento creí percibir como que flotaba en una nube.
En todo caso había hecho las paces consigo. Ya no estaba sentado al borde del sillón como solía hacerlo cuando se insertaba en las entrañas de una conversación conmigo. No me había interrumpido una sola vez como era su costumbre cuando, para incendiar el diálogo soltaba preguntas punzantes y reflexiones insólitas que trastocaban mis argumentos. Me miraba con una serena incredulidad como quien hubiera pensado que ésta podía haber sido una posibilidad remota, casi descartable a no ser por lo absolutamente indiscernible de mi conducta.
Por más que trato de atrapar ese momento no logró descubrir sobretodo un punto. Cuál era mi estado de ánimo,en qué circunstancia me encontraba como para no haber dicho lo obvio, lo evidente, lo lógico. Lo que yo deseaba decir y él ansiaba escuchar. Tan simple como decirle te amo, me vas a ser falta pero aquí te estaré esperando cuando regreses de tus estudios de doctorado. Una sola palabra que soltó a quemarropa se me quedo grabada para siempre. Desenfado. Desenfado.
[1] Simon Blackburn Au revoir Baudrillard (Prospect Magazine 133 April 2007)
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